domingo, 16 de septiembre de 2007

CANDY ME CAGÓ LA VIDA I

Salve, Candie, morituri te salutant

Todos recordamos a la chica pecosa de la serie japonesa que nos encantó en aquellos años en que todavía éramos unas niñas. Y cuando decimos "nos encantó", hay que agregarle a aquello, una pizca de endemoniada obsesión. Veíamos, con constancia sagrada, todos los capítulos de dibujos animados, en los que, en su mayoría, Candy, nuestra protagonista y heroína, sufría en demasía. Llorábamos con y por ella, y sentíamos como propias cada una de las trágicas situaciones que le iban sucediendo. De esta manera, nos fuimos comprometiendo con la chica huérfana estadounidense. Todas íbamos a ser Candy (con o sin intención).

Por alguna extraña razón (que hasta hemos pensado, fue intencionada desde los círculos de poder), esta serie nos marcó para siempre y hoy, a nuestros estoicos casi 30 años, nos damos cuenta de que repetimos conductas que aprendimos con Candys White.

En una primera instancia, y de manera más global, nos quedamos con el espíritu de mártir, esa manera de sacrificarse para que los demás no sufrieran, aunque eso significara el propio sufrimiento. Candy soportó los maltratos y humillaciones de los Legan, su orfandad enrostrada por sus antagonistas, perder a sus seres más queridos... todo porque ella era demasiado buena como para generar el mínimo sufrimiento en los demás.
Cómo no recordar que Candy sacrificó la posibilidad de ser adoptada por la familia Brighton, solo por no dejar sola a su mamona amiga Annie. Pero después, la propia Annie, de manera traicionera y cruel, se fue con los Brighton para no ser más una niña huérfana. Candy, por supuesto, la perdonó (capítulo 3).

Y ya más grandecita, cuándo va a buscar a Terry a Broadway y descubre que Susana había quedado invalida por salvarlo, se aleja de ellos para que sean felices juntos (capítulo 99). ¡Qué hueona! Si pa más cacha, Terry termina alcohólico y SOLO.

Igual que Candy en estos ejemplos (aunque probablemente de manera menos mamona y melodramática), quienes seguíamos a Candy... seguimos, en realidad, sin darnos cuenta, sacrificamos nuestros deseos personales (no todos, nunca tan giles) para no hacer sufrir a otros.
A partir de esto, nos planteamos la pregunta: ¿Qué ganó Candy con todo esto?

sthira y sukham

Sthira y sukham son las dos propiedades esenciales de una buena práctica de posturas de yoga. Significa "comodidad" y "firmeza" respectivamente. Es de dominio más o menos público que, si uno hace un esfuerzo físico, se produce un dolor muscular que puede ir de leve a severo, pasando por múltiples grados intermedios. Este dolor está bien, puesto que es lo que evidencia que estamos trabajando y que vamos a obtener un beneficio. Sin embargo, después de este trabajo es necesario elongar, para no quedarse con esos dolores típicos (esos de después del primer día de educación física en el colegio).
Si hacemos la analogía, cuando tenemos dolores del "corazón" significa que estamos trabajando y que obtendremos un beneficio (partiendo de la premisa de que el corazón es un músculo), entonces "Dios lo miró y dijo que estaba bien". Ahora, ¿cómo hacemos para elongar el corazón?